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11 de junio de 2012

Mi reportaje sobre violencia de género

“No estoy condenado y en la vida pondré la mano encima a una mujer”, aclara rápidamente Manuel. Ojos saltones y tez morena, sin pelo en el cabeza, alto y de complexión fuerte, mueve nerviosamente las manos y mira directamente a los ojos. “Cuando me tocan las narices recurro al insulto, me doy cuenta de que no hago bien, pero ya es tarde”, admite.

“Mi mujer se asustó cuando le dije que iba a ir a un centro penitenciario de tercer grado”, afirma. “Me preguntó si iba a estar con gente que pega a su mujer y le expliqué que son personas, tienen sus problemas y tenemos en común que cometemos actos violentos”, explica. Recibir tratamiento en Cupid forma parte de una de las medidas que el Juez impone una vez determina la suspensión de la condena por violencia de género. En caso de que el condenado no cumpla las medidas dictadas por el Juez, entre ellas, la realización del programa terapéutico, entrará en prisión. “Deben acudir obligatoriamente durante un periodo de nueve meses”, explica María Socorro Gómez, psicóloga coordinadora desde hace tres años, “es ahí donde el programa cobra sentido desde Instituciones Penitenciarias”.  

Ambos fragmentos pertenecen al reportaje sobre violencia de género que he concluido. El artículo muestra el punto de vista de un programa terapéutico denominado Cupid, dirigido a la rehabilitación y reinserción de penados por violencia de género, cuya condena ha sido suspendida por el Juez bajo determinados requisitos establecidos por la Ley. Uno de los pacientes accedió a ser entrevistado con la condición de que no apareciera su verdadera identidad; María Socorro Gómez, psicológa coordinadora del programa; Susana Díaz Huamán, la presidenta de la Asociación donde se enmarca el programa y Ofelia Lema, criminóloga especializada en este delito, también aportan al texto. 

Se trata de conectar el tratamiento de la conducta violenta del agresor con la prevención de este fenómeno que cada año se salda la vida de muchas mujeres. Los efectos de la crisis y el mito del amor romántico también están presentes en el artículo. 
 Fuente: Imagen cedida por Asociación Cupif


Mi opinión personal y motivación profesional

¡Atención! No creo en la objetividad pura, pero sí en ser subjetivamente honesta, por eso las líneas que siguen no pertenecen al reportaje que he elaborado. La segunda parte de este post tiene como único objetivo mostrarle al lector por qué he decidido escribir este artículo. Soy consciente de que la violencia de género es un tema muy delicado que genera mucha polémica, pero creo que mostrar el punto de vista del agresor, sin justificar ni aliviar el alcance de sus acciones, es importante.

Durante mi época universitaria, antes de licenciarme en derecho, solicité mis prácticas en un Juzgado de violencia de género de Madrid. Después, me di cuenta de la escasez de relaciones personales 'sanas'. Poco a poco fui consciente de que bajo la máscara del amor se escondían muchísimas cosas que no eran precisamente amor, sino miedos, traumas infantiles no resueltos, juegos, emociones fuertes... y empecé a cuestionar determinadas prácticas que, en mi opinión, podrían desembocar fácilmente en violencia de género: ¿Por qué una chica está con alguien así?¿Por qué soporta determinadas prácticas? ¿Por qué él se fija en ella? ¿por qué ella repite el mismo perfil de chico? Me alarmó ver a personas jóvenes, inteligentes y con una educación, a priori, basada en la igualdad, que acababan zambulliéndose, incluso se sentían atraídas por relaciones personales destructivas, en muchas de las ocasiones, salpicadas por la violencia, humillación y falta de respeto de ambos integrantes, convirtiéndose la mujer en una víctima potencial de malos tratos y el hombre en agresor, aunque existen excepciones.

En la fase de creación de los personajes de mi novela topé con un fenómeno denominado "la adicción a relaciones afectivas". La autora Robin Norwood muestra en 'Mujeres que aman demasiado' ideas muy interesantes respecto de la mujer: 

"La palabra amor se aplica habitualmente a varios estados de ánimo que, en realidad, simbolizan todo aquello que el amor no es. La lujuria, la pasión, los celos, el sufrimiento, el miedo, la excitación, la codicia, el sojuzgamiento, el alivio de aburrimiento o de la soledad, la venganza, la competitividad, el orgullo y la terquedad suelen disfrazarse de amor".  

"Todas las mujeres inmersas en esta cultura son activamente estimuladas desde revistas y otros medios de comunicación a conducirse de muchas de las maneras típicas de una relación adictiva y muy enfermiza". 

"Las mujeres provenientes de un hogar violento suelen elegir parejas violentas, las que crecieron junto al alcoholismo, parejas químicamente dependientes... Una de las dinámicas que se encuentran siempre presentes en una relación adictiva es la de recrear la lucha del pasado y, esta vez, ganar". 

"Si alguna vez has estado obsesionado con un hombre, es posible que hayas sospechado que el origen de esa obsesión no era el amor, sino el miedo. Las que amamos obsesivamente estamos llenas de miedo. miedo a estar solas, a no ser amadas, a no merecerlo, miedo a ser abandonadas, ignoradas o destruidas. Ofrecemos nuestro amor con la loca esperanza de que el hombre que nos obsesiona se ocupará de nuestros miedos".

Asimismo, Erich Fromm, en su magnífica obra 'El arte de amar', conecta las prácticas que se esconden bajo la palabra amor, el capitalismo, el consumo sexual y la incapacidad de separatividad respecto de los progenitores. Cito algunos extractos: 

"Al hablar del amor en la cultura occidental cotemporánea, entendemos preguntar si la estructura social de la civilización occidental y el espíritu que de ella resulta llevan al desarrollo del amor. La respuesta es negativa". 

"El amor solo es posible cuando dos personas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias, por lo tanto, cuando cada una de ellas se experimenta a sí misma desde el centro de su existencia".

2 comentarios:

  1. Me gusta el final alternativo :D

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  2. Gracias¡¡sí, creo que era importante mostrar el motivo por el que he querido y por tanto, quitado tiempo a la novela, de escribir éste artículo, además de ofrecer un punto de vista que, creo, suele omitirse y es vital.

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