Opinión / Pensamiento Divergente / Mundo Bohemio y la Libertad de los Mapas

21 de diciembre de 2011

Frente al mar...

Vuelves a ti. Frente al mar. Vuelves en ti. Te alejas durante algunos días, sintiéndote desestabilizada por no encontrarte dentro. Volverás a salir y, nuevamente, te descoordinarás emocionalmente. Y otra vez, soledad, tan callada y profunda que te desgarra y te alivia, es tuya, exclusivamente tuya, y así ha de serlo, pues te inclinas entre el silencio personal y social para escribir, pensar, y las ansias de relacionarte con ellos, los habitantes de este mundo, sin encontrar un equilibrio, un absurdo equilibrio para socializarte de forma constante y normal. 

Frente al mar. Brazos extendidos hacia atrás, el cabello suelto girando por el azar del viento y las gafas mojándose. Eres un obstáculo entre el rugir acuático y el mundo, aquí, delante del Kursaal, cedida a los antojos de la naturaleza. Piensas en arrojarte, qué sentirías, cómo te trataría, pero ¡qué sería de la novela!

Frente al mar, observando el agua turbia que vira por los antojos de una luna que perjudica gravemente el carácter de sus ciudadanos, vuelves y la tristeza desaparece como el miedo a luchar, hasta saciarte, luchar en la eternidad, cada día, cuando comienzas a escribir, hasta fundirte, sin necesidad de luchar por ti, por tu vida, por tus sueños, por escribir...  

Frente al mar, dejas de ser un obstáculo. Te ocurrió cuando aceptaste que la obra de un autor es su máxima autoridad, sin importar la libertad, el amor, la amistad y la vida misma...  priorizando en lo que a día de hoy no vale nada; la pasión, la obra, publicar, dar voz, llegar al lector... 

Frente al mar, te enzarzas en un mundo ficticio creado por disciplina, raíces realistas e intuición, reclamándote que fueras partícipe y tú que no, no quiero, si entro no salgo, no podré ser normal, ni hacer cosas normales, ni trabajar en un horario normal, ni salir normal, pero cedes y entras porque comprendes que no existe otra opción, y ni siquiera un mísero papel testifical. Te condenas a convertirte en la sombra de una protagonista que tiene más libertad de movimiento, pensamiento y sentimiento que tú, que te posas frente a una pantalla que se difumina en la irrealidad y desaparece en tu mente, al igual que el clima que muda a través de tu ventana, sin darte cuenta, y los minutos transcurren en el reloj apoyado más allá de la mesilla; ignorados desde una lejanía que no sabrías cuantificar.

Frente al mar de Donostia, piensas en el amor. Mandas callar esa voz, sin poder evitarlo,  porque traspasas la línea y accedes a tu mundo interior, donde tiene tanta importancia... {Pasaje omitido} Después, dejarte llevar, en el mar, sin verlo como un cúmulo de escombros sociales, cuando caminas por la calle y observas depósito físicos andantes que te brindan silencio y soledad, odiándolo, pero sin evitar tomarlos a modo de limosna; única recompensa de un grito de dolor que lanzas y no obtiene más respuesta. 

Y esas olas que giran... y golpean tus temores, como ese ente que es la vida, que discurre en función de sucesos (anti)naturales...

6 comentarios:

  1. me has dejadlo sorprendida! creo que leer tanto a Sylvia Plath te está dejando un poco melancólica..

    Miren

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  2. Menuda paranoia Jos... muy guay, muy profundo, y muy personal. Pero menuda paranoia.

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  3. Tb estoy de acuerdo contigo Ido :P

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  4. Me encanta. Es intenso, muy intenso. Me recuerda a esto http://www.youtube.com/watch?v=vMTEtDBHGY4&feature=related Pero eso no es malo. Es hipnótico y sí, muy personal. Es como un ensimismamiento nostálgico. (Voy a seguir echando un vistazo a tus otras entradas del blog pero lo que he leído es muy bueno ;)

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  5. Hola María!!
    Muchas gracias. Me vi inspirada cuando me tomé algunos días de vacaciones de la novela y salí al mundo exterior, tenía que volver a entrar y me sentí un toque nostálgico. Pero ya ha pasado. Echa todos los vistazos que quieras, aquí todo el mundo es bienvenido.
    Un saludo

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